“A Nietzsche solo le estudié por encima en Mason (George Mason University), ni me acuerdo que asignatura era, tal vez historia y teoría del teatro, pero esos filósofos que yo llamo "absolutistas" (o es como dicen ellos, o no existe), no me entran... y creo que será por algo que, sino la mayoría, al menos sí gran número de ellos acaban locos o suicidas. En fin, sus pensamientos son algo para tomar en cuenta, pero no para regir la vida de uno.
Me quedo con Aristóteles, Santo Tomas de Aquino, Juan Ramón Jiménez...
Que tengas buen día y no te comas el coco, está bien que sepas lo que han dicho, pero piensa por ti mismo... lo haces muy bien.
Un beso,
Papá”
Qué alegría recibir un poco de cordura y apoyo, como siempre, de mi padre. Cliff ha sido una de las figuras más importantes en mi vida. En mi casa su despacho, su biblioteca, era un lugar sagrado, pero lleno de vida. Los libros de mi padre no eran de adorno, eran para ser leídos, algunos muchas veces, siempre disfrutados, porque casi nunca entraban malos libros a esa biblioteca.
A lo largo de mi niñez, siempre había dos enciclopedias a mano, una en inglés y otra en español. No exagero si digo que no había día que una de las dos no fuera consultada.
De mi padre he aprendido muchas cosas importantes. Una de ellas la necesidad existencial y el placer de ser autodidacta, de no esperar a que el descubrimiento te llegue a ti a través de otros, sino salir tú a su búsqueda de forma proactiva.
Siguiendo las metáforas de Nietzsche mi padre fue un ser muy apolinar, proporcional, racional toda mi niñez (“no-nonsense” como dicen en inglés). Aunque con su pasión por la opera italiana, me ponía sus discos todos los sábados por la mañana, ya mostrara síntomas de tener ciertas sensibilidades abiertas a las pasiones irracionales.
Hasta que el año 1997 la tragedia mostró su cara, hizo amago de entrar en nuestras vidas de bruces. Mi padre sobrevivió un brutal atropello en la Avenida del Mediterráneo, en Madrid. Un accidente del que salió relativamente ileso. Los resultados fueron más existenciales que físicos. Su capacidad apolínea quedó bastante diezmada, a favor de una entrada triunfal de Dionisio en su alma.
Mi padre miró a la muerte cara a cara, y no le debió gustar lo que vio porque salió corriendo en dirección contraria. Desde aquel día mi padre retomó muchas asignaturas pendientes algunas en las calles, otras en las aulas: primero en Mary Washington University y luego en George Mason University, donde terminó por ser profesor. Consiguió su licenciatura y su postgrado en literatura española con matrícula de honor.
Es una gran historia de transformación que me inspira todos los días: si mi padre pudo reinventarse a los 65, ¿cómo no voy a poder yo enfrentarme a nuevos retos? Cliff, es para mí, uno de esos héroes que hacen a sus lectores sentirse indestructibles.
Y ahí sigue, interesándose por todo lo que ocurre a su lado, leyendo las noticias de este mundo con mofa y sorpresa, caminando todos los días sobre esa fina línea que separa lo apolíneo y lo dionisiaco. Esperemos que por muchos años más. Yo, no sabría qué hacer sin él.
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