Bienvenidos

Electra. Una de las grandes sufridoras de las historia. Una mujer peligrosa, porque no le queda nada que perder. Una mujer sedienta de sangre y de venganza. Una mujer con un inevitable complejo.

Me he liado con Electra; en el sentido de puro enredo creativo.


Me he obsesionado con ella, como en su día me obsesioné con la Goneril del Rey Lear, o con Medea. Pero esta vez he decidido abrir las puertas del taller… estudiar, aprender en público, con otros, mi invisible coro griego.

Aquí os invito a uniros a mi búsqueda. Bienvenidos.

Emilio Williams




10.9.10

Día 23: Acontecimientos patético

Tras su conmovedor canto a las supuestas cenizas de Orestes, el coro consuela a Electra. Al ser nombrada, Orestes descubre la identidad de la mujer en duelo. Se produce, en este instante, una escena de reconocimiento, que tanto parecía gustar al público de esta época. Todos sabemos lo que está ocurriendo, pero Electra va por detrás, una vez más, del público y de los personajes en escena. (Muchos críticos señalan el patetismo de Electra, tan atrapada en su sed y obsesión vengadora que no se entera de nada de lo que ocurre alrededor de ella)


Cuando finalmente Electra descubre que Orestes vive, y que está frente a ella, estalla el gozo sinfónico. Es el clímax previo a la venganza final.
En la conversación entre los hermanos acumulamos más detalles reveladores sobre la situación de opresión en la que vive Electra. Electra, no solo es tratada por Egisto y Climtenestra como una esclava, una sirviente, . Los monarcas han impedido que Electra se case. (Para evitar que tenga hijos varones que pudieran llevar a cabo la venganza pendiente por el crimen de Agamenón).

La gran polémica literaria, el debate que esta obra genera, es si verdaderamente al final Sófocles da la razón completa a Orestes y Electra, o si en realidad, Electra es una heroína trágica, una mujer patética, turbada y cuyo castigo, por querer matar a su propia madre es ser ella misma.

Sobre el tema de la venganza, el meollo de esta obra, hablaremos mucho a partir de ahora. Pero también tendremos que hablar si Sófocles intentaba presentar o no un "final feliz". Aquí no hay Furias acosando a Orestes al final, como ocurría en la versión de Esquilo, ni existe duda explicita por parte de Orestes, ni de Electra como ocurre en la versión de Eurípides.

Pero antes, tendremos que pasar por el desenlace final. El viejo pedagogo interrumpe la gran escena de re-encuentro entre los hermanos y apresura a Orestes para que entre al palacio y finalice su labor: matar a su madre, Clitemnestra,aprovechando la ausencia de Egisto, el rey usurpador.

Llegamos por fin al gore, a la catarsis, al acontecimiento patético (el “pathos” de Aristóteles). Las muertes en la tradición trágica griega ocurrían fuera de escena, y luego los cadáveres eran mostrados con gran efecto escénico al abrir la puerta del interior donde habían encontrado su muerte.

Continuará…

Orestes se reecuentra con su hermana mayor,
Electra en una estatua de romana del siglo I.

9.9.10

Día 23: Electra ser marca un monólogo.

Electra cree que su hermano Orestes ha muerto. Orestes disfrazado de mensajero entrega a Electra una urna con sus supuestas cenizas. Electra, destrozada, hace un canto desgarrador a los restos de su hermano.

Esta es mi versión libre del monólogo. (He dejado los gritos de dolor originales, intraducibles)

ELECTRA
Orestes, amado, Orestes,
Esto es todo lo que de ti queda.
Te envié lejos de aquí, llena de esperanza.
Pero tu regreso me vacía de ella.

No eres nada,
Y te mezo en mis brazos,
Aunque el día que marchaste
Eras la mismísima luz del sol.

Debería haber muerto antes de salvarte.
Salvándote te mandé a una tierra extraña.
Al menos aquí hubieras muerto junto a tu padre.
Hubieras descansado junto a él en su tumba.

Pero has terminado por morir en el exilio,
Lejos de tu hogar, de tu hermana.
¡Qué muerte tan triste!

Y yo, no pude estar ahí,
Preparando tu hermoso cadáver
con manos amorosas.
No puede recoger
Tus bellos huesos de la hoguera.
Manos extrañas
Han preparado tu cuerpo,
Y ahora vienes a mí
Como un puñado de polvo,
En esta urna.

OIMOI TALAINA

Te crié de niño,
Nunca fue un esfuerzo,
Nunca fuiste el hijo de tu madre.
Eras mío.
Nadie más en esa casa
Se ocupó de ti como yo.
Me llamabas hermana,
Hermana me decías.

Y ahora, en un día,
Con tu muerte,
Todo se ha esfumado.
El viento ha soplado,
Y como en una tormenta,
Se lo ha llevado todo:
Tu padre ha muerto,
Yo he muerto,
Tú has muerto…

Nuestros enemigos sonríen.
Tu madre, que no es madre,
No puede contener su gozo.
Sus crímenes, lo sé,
Hubieran terminado contigo.

Pero el destino es cruel,
El tuyo y el mío.
No me trae tu rostro.
No.
Me trae unas cenizas frías y una sombra inútil.

OIMOI MOI

PHEU PHEU

Me has destrozado, mi amado,
Mi querido hermano.
Sí, me has destrozado.

Llévame contigo.
Ya no soy nada,
Déjame al menos ser nada junto a ti.
Vivimos como uno en la tierra
Seamos uno en tu tumba.

Los muertos al menos
No sufren la perdida de una vida.

++++++++++++++++




Electra sujeta la urna con las falsas cenizas de su hermano, Orestes. Estatua en Copenhague de Hermann Wilhelm Bissen (1798-1868) realizada en el año 1858.

7.9.10

Día 22: Un brindis para los muertos

Por petición de Blanche, llevo varios días leyendo sobre las ofrendas a los muertos, que tanta importancia tienen en el mundo griego clásico, en sus tragedias griegas, y en especial en la Electra de Sófocles.
Lo primero que hay que decir de la religión griega, algo tal vez que no se nos explicó demasiado bien en los colegios de tradición judío-cristiana, es que la vida religiosa de los griegos clásicos era muy distinta a la nuestra, no ya por el evidente politeísmo y por el antropomorfismo de sus dioses, eso nos lo explicaron bien, pero sobre todo por la falta de dogmas fijos y de texto sagrado unificado. Todas las historias que componen la mitología griega son flexibles, son historias que cambian, fluyen, y se reinventan.

El concepto de la vida después de la muerte, por tanto, también fluctúa y evoluciona.

Como con cualquier otro intento de entender esta cultura, nos encontramos ante un número limitado de fuentes, y muchas veces con textos prescriptivos (cómo deben ser, idealmente, las cosas) y no descriptivos (como son en realidad las cosas). Así que es difícil entender y explicar en breve las creencias mortuorias de los griegos clásicos.

(Una dificultad añadida en entender la vida religiosa del tiempo era la existencia, muy extendida, de ritos ocultos y secretos sin fuentes de tradición escrita, ni pública.)

Pero sí sabemos algo...

Mitológicamente, el reino de la vida después de la muerte se llama Hades, como el dios que lo preside. Hades era hermano de Zeus (el cielo) y de Poseidón (el mar). Este inframundo contaba con lagos, ríos, y una geografía propia. Odiseo (Ulises), lo visita durante la Odisea y regresa de él con éxito.

Para llegar al inframundo, el muerto ha de ser debidamente enterrado. (Este tema importantísimo en los mitos de Héctor, por ejemplo, al que Aquiles negó en un principio el derecho a ser enterrado, o en el de Antígona, que lucha contra el tirano Creonte por su derecho a enterrar a su hermano). Aquellos muertos que no recibían sepultura estaban condenados a vagar como espíritus sin descanso.

En la tradición griega, el muerto, una vez enterrado, podía acceder al mundo de las sombras. El concepto que empezó siempre por ser negativo, evolucionó para incluir un lugar, los Campos Elíseos; unos jardines donde vagaban las sombras de los guerreros y los hombres virtuosos. Para poder acceder y permanecer en los Campos Elíseos, el muerto necesita ser recordado por sus vivos a través de la libación, o la ofrenda de líquidos.

La labor de recordar a los muertos solía recaer en los miembros femeninos de la familia. Las libaciones podían ser de vino, aceite, o leche, u otro tipo de líquidos, con preferencia por los nutritivos. En el mito de Electra, ya en "Las coéforas" de Esquilo, encontramos el uso de un mechón de pelo como ofrenda mortuoria de Orestes a su padre Agamenón, elemento que usó también Sófocles, y que Eurípides parodió, en la escena de reconocimiento entre Electra y su hermano Orestes.

Como con cualquier otro pie de página, me podría pasar semanas con este tema, leyendo todas las fuentes originales y las interpretaciones, pero no podemos. Sería continuar escapándome por los cerros de Úbeda.

Tenemos que volver a Sófocles, sobre todo ahora que Orestes está a punto de entrar en escena. Electra no le reconoce, sumida en su pesar y agonía al creer que su hermano ha muerto. Es uno de los grandísimos momentos de esta obra.

4.9.10

Día 22: Electra desesperada

Clitemnestra invita a entrar en la palacio al mensajero que ha traído las noticias de la presunta muerte de Orestes. Electra se queda, desesperada, lamentando junto al coro de mujeres la pérdida de su hermano, su última esperanza de venganza y “justicia”. Electra sabe sufrir como pocos personajes en la historia de la literatura.

Crisótemis regresa de la tumba de Agamenón, y trae sorprendentes noticias. Alguien ha llenado la tumba con una ofrenda de leche, flores y un mechón reciente de pelo. Crisótemis rebosa de gozo, quién más que Orestes ha podido rendir ese homenaje a la tumba de su padre. Electra no se alegra de la noticia. Cree que alguien ha dejado una ofrenda a Orestes. Electra comunica a su hermana la mala noticia que ha traído el mensajero.

Electra ha tomado una determinación cumplir ella misma, con Crisótemis la venganza contra los asesinos de su padre. El coro pide mesura: “En asuntos como este es mejor ser comedidos. Ambas debéis ser comedidas.”

Crisótemis recuerda a Electra que es una mujer, y no un hombre. Electra recuerda a Crisótemis que los asesinos de Agamenón nunca permitirán que se casen y tengan hijos, por miedo a ellos cumplan la venganza.

La pelea, en esta escena, entre el pragmatismo apolíneo de Crisótemis y el deseo de venganza dionisíaco de Electra se traduce en una de las mejores confrontaciones de la historia del teatro. (Para mi mejor incluso mejor que la más celebre, pero similar pelea entre Antígona y su hermana Ismene en la Antígona de Sófocles.)

Crisótemis abandona la escena. El coro canta al sufrimiento de Electra (“Electra llora a solas por su pobre padre, como un pájaro llora la muerte de sus crías”) y a la incertidumbre de su futuro ( “Espera a su gloria hasta que el agua se convierta en piedra”)

Al fin de este canto, entra… Orestes en persona. Pero antes de llegar a la escena más famosa de la obra tendremos que hablar, por petición de Blanche, sobre los ritos funerarios de la antigua Grecia.

Previamente en “Electra” de Sófocles…

Electra llora desconsolada la muerte de su padre Agamenón, a manos de su esposa Clitemnestra y su primo Egisto. Electra clama venganza y espera el regreso triunfador de su hermano Orestes para asesinar a su madre y a su amante. La hermana de Electra y Orestes, Crisótemis hace una llamado a la calma y al pragmatismo, pero Electra se niega a entrar en razón. Mientras Electra se enfrenta con reproches a su madre, Clitemnestra, un mensajero entra a escena y narra la trágica muerte de Orestes en un accidente.

2.9.10

Día 21: Retomando el hilo perdido

Ya lo decía la gran Elizabeth Bishop: “El arte de perder no es difícil de dominar....” (Ver su poema “One art”)


Por culpa de los viajes y las vacaciones yo he perdido muchas cosas en las últimas dos semanas: el contacto, la cabeza, mi subarriendo en Manhattan, la cuenta y las cuentas, la paciencia, mi ejemplar de “Electra”, la disciplina y la rutina de escribir a diario en el blog.

Pero para perder algo hace falta haberlo ganado antes. Y también he ganado muchas cosas: un viaje a Seúl, la extraña capital de la extraña Corea de Sur, su gente divertida de pelos raros, la comida maravillosa y unas horas de trabajo bien remuneradas, que de algo hay que comer, y con el teatro alternativo no nos llega, señores.

Y también muchas ganancias al regreso a Estados Unidos: la visita de Santi, un amigo del alma con una flexibilidad y buen rollo que le han convertido en uno de los imprescindibles, un viaje, los tres, a Nantucket, la paradisíaca isla de de Moby Dick, donde he podido retomar el hilo de la memoria con Elisabeth y de regreso, puente en Filadelfia, donde hemos declarado una tregua (temporal) a nuestra trashumancia existencial.

El lunes Frank regresa a España, y en pocos días empezaré yo también el gran retorno a la madre patria: a la clase política de ladrones y a sus secuaces, a las mentiras partidistas de los medios, a la telebasura con aire de importancia, al teatro casposo de malas traducciones y de autores muertos, a las chapuzas, pero también a los pequeños grandes triunfos de los que no se rinden, a mis actores, musas y genios, a mis amigos, los incondicionales y los que van en vías de serlo, a los indies del teatro alternativo inasequibles al desaliento, a mi familia, a los de siempre, a los que sobran y a los que faltan, a mi Madrid de la Latina y Lavapiés, a las copas tarde, a las copas temprano y a los paseos largos y sin prisa. A todo eso y más.

Es la vuelta al cole, chicos.

La hora de trenzar, enroscar y hacer figurillas con los alambres sueltos del verano. La hora de empezar cuadernos nuevos, con ilusión y buena letra.

Algunos de mis compis ya han llegado a Madrid, se han puesto al día de este blog y me animan a que siga.

Amador, continúa al pie del cañón, gracias, y Blanche Du Noir me manda deberes, me pide que hable de la venganza y también de los ritos funerarios griegos. (Ambos temas que están ahí en el tintero y que prometo comentar en breve)

Con amigos así es imposible no anhelar la vuelta al cole.

See you soon.